Si el otro día eran las gemelas Olsen hoy le toca el turno a otra 'intrusa' de la moda, o más bien del diseño, porque es innegable que Kate Moss es una de las manos que mueven los hilos de la moda actualmente. El matrimonio de Kate con el principal enclave del streetstyle británico, o lo que es lo mismo TopShop, dio sus frutos la pasada temporada y parece que ambos quedaron lo bastante satisfechos como para repetir la experiencia.
He de admitir que al tener ante mis ojos la colección completa de la modelo, tuve una sensación de deja-vu y rápidamente recordé imágenes del pasado en las que ya había visto a Kate luciendo ese vestido o enfundada en esos pitillos. Pero también un deja-vu en el sentido de que hizo lo mismo con su anterior colección: inspirarse (o copiar descaradamente) en las prendas que forman parte de su (gran) armario. Esto, sin duda sería algo criticable si no fuera porque cualquier cosa que Kate Moss toque, se convierte en oro. Así, nos encontramos con una colección que lleva impreso el sello personal de la modelo, su espíritu, en la que abundan los vestidos vaporosos y las transparencias, los tops de raso, las cazadoras de cuero, los pantalones de corte extremo (pitillos o pata ancha), el estampado marinero e incluso alguna extravagancia propia como una camiseta con la cara serigrafiada de la modelo (que será top de ventas, imagino) o una elegante capa negra de paño con la que ya se me hace la boca agua. Mentiría si dijera que no soy una fan de Kate, y que pierdo la cabeza por encontrar cada una de las prendas que luce en cualquier momento que pone un pie en la calle y hay un paparazzi al acecho, y también si opinara que no incluiría, con los ojos cerrados, toda esta colección en mi armario. Pero por otra parte he de decir que me parece excesivo el fanatismo que se ha desarrollado sobre el icono de moda que Kate representa. Habrá que dar tiempo al tiempo, pero lo que es innegable es que Kate ya ha conseguido convertirse en un mito viviente.
He de admitir que al tener ante mis ojos la colección completa de la modelo, tuve una sensación de deja-vu y rápidamente recordé imágenes del pasado en las que ya había visto a Kate luciendo ese vestido o enfundada en esos pitillos. Pero también un deja-vu en el sentido de que hizo lo mismo con su anterior colección: inspirarse (o copiar descaradamente) en las prendas que forman parte de su (gran) armario. Esto, sin duda sería algo criticable si no fuera porque cualquier cosa que Kate Moss toque, se convierte en oro. Así, nos encontramos con una colección que lleva impreso el sello personal de la modelo, su espíritu, en la que abundan los vestidos vaporosos y las transparencias, los tops de raso, las cazadoras de cuero, los pantalones de corte extremo (pitillos o pata ancha), el estampado marinero e incluso alguna extravagancia propia como una camiseta con la cara serigrafiada de la modelo (que será top de ventas, imagino) o una elegante capa negra de paño con la que ya se me hace la boca agua. Mentiría si dijera que no soy una fan de Kate, y que pierdo la cabeza por encontrar cada una de las prendas que luce en cualquier momento que pone un pie en la calle y hay un paparazzi al acecho, y también si opinara que no incluiría, con los ojos cerrados, toda esta colección en mi armario. Pero por otra parte he de decir que me parece excesivo el fanatismo que se ha desarrollado sobre el icono de moda que Kate representa. Habrá que dar tiempo al tiempo, pero lo que es innegable es que Kate ya ha conseguido convertirse en un mito viviente.
1 comentario:
te ves periodista de moda, y es que este año terminas
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